quinta-feira, 16 de outubro de 2014

Fidel y La Historia me Absolverá

En un día como hoy, 16 de octubre, en el año 1953, Fidel declaraba en la pequeña sala del hospital Saturnino Lora de Santiago, donde fue juzgado por los hechos del 26 de julio, las cinco leyes revolucionarias que cambiarían el futuro del país y de su gente

Por Marta Rojas Rodríguez

Fotografía que acompañaba la primera edición clandestina de La Historia me Absolverá.

Uno de los documentos más trascendentales de la historia de Cuba lo es, sin duda alguna, el alegato del joven abogado Fidel Castro, La Historia me Absolverá, discurso pronunciado un día como hoy, 16 de octubre, en el año 1953. Denuncia de horrendos crímenes y programa político revolucionario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Cés­pedes el 26 de julio de aquel año, se convirtió en una pieza oratoria jurídica sin precedentes en nuestros países de América Latina, pronunciada en condiciones muy adversas para el exponente.

Hace unos pocos días el líder indígena, presidente Evo Morales, triunfador una vez más, con una mayoría aplastante de votantes en Bolivia, mencionó con emoción el nombre de Fidel Castro agradeciendo su ejemplo. Su mención está indisolublemente imbricada con los postulados del programa que con tanta convicción proclamó Fidel en la pequeña sala del hospital Saturnino Lora de Santiago, donde fue juzgado por los hechos del 26 de julio y que luego llevaría a cabo y trascen­dería.

Entonces, en 1953, declaraba Fidel que en el sumario de la causa constaban las cinco leyes revolucionarias que serían proclamadas de inmediato, de haberse tomado el Moncada, las cuales se divulgarían por la radio. Enumeró las leyes contenidas en el referido sumario judicial y con ellas hizo un pronunciamiento, igualmente inusitado en aquel año, el cual decía textualmente:

“Se declaraba además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos por las sangrientas tiranías que oprimen a naciones hermanas, encontrarían en la Patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser ba­luarte de la libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo”.

Las cinco leyes enunciadas se referían a la devolución al pueblo de la soberanía expresada en la Constitución de la Re­pública, defenestrada por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 perpetrado por Batista; al derecho de la tierra de todos los colonos, subcolonos, arrendatarios y aparceros y también a la necesidad de organizar cooperativas agrícolas: la Reforma Agraria tendría la prioridad. Otra ley que habría de implantarse, beneficiaba a los obreros y los hacía copropietarios de la industria y para los colonos azucareros había otros preceptos puntuales que los beneficiaban. En la quinta ley se ordenaba la confiscación de todos los bienes de todos los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes.

Muy pronto la Revolución triunfante el Primero de Enero de 1959 comenzaría a  hacer realidad aquel programa.

Entonces, según él mismo relacionara aquel 16 de octubre, más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas, estaban en manos extranjeras. “En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indian unen la costa norte con la costa sur”, dijo.

El joven abogado proclamaba en su alegato la necesidad de industrializar el país, y enfatizaba en que “el turismo podría ser una enorme fuente de riqueza”.

Un programa de enseñanza impostergable y el beneficio de la salud pública para todos los cubanos eran premisas básicas.

No olvidaba las palabras de Apóstol, a quien había proclamado Autor Intelectual del Moncada, referente a un hecho medular: “El pueblo más feliz es el que tenga más educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos (…) Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”.


Este es un simple esbozo del alegato La Historia me Ab­sol­verá, pronunciado el 16 de octubre de 1953 por Fidel y que lue­go reconstruiría de su puño y letra en la prisión de Isla de Pinos y fuera publicado y distribuido clandestinamente en 1954: hace ahora, seis décadas.

FUENTE: Granma

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